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La Columna del Estilita

Renacimiento de la Masonería española

    Para el observador superficial, profano o masón, resulta inex­plicable la circunstancia de que, transcurridos más de 25 años desde el restablecimiento de un incipiente sistema político democrático en nuestro país, la Masonería española no haya logrado su consolidación recuperando su condición histórica de baluarte del librepensamiento liderado por las personalidades de mayor prestigio en la cátedra, en la política, el arte y el sindicalismo que fueron protagonistas del i mpulso progresista que paulatinamente comenzaba a transformar a España en la nación europeizada partícipe fundamental de la Europa del siglo XXI.

    Pero para quienes sientan la preocupación de profundizar en la historia de los acontecimientos que ensombrecieron la vida de los españoles en los últimos siglos encontraran sin dificultades insuperables las causas que originaron los efectos que justifican, no solo el estancamiento del desarrollo de la Masonería si no que relatan la heroica resistencia contra la represión mantenida por los librepensadores españoles para mantener la supervivencia de los ideales de libertad en nuestra patria,

    Porque España es un caso aislado en el concierto de los países civilizados de Europa. A España le tocó el triste privilegio de dar al mundo un Ignacio de Loyola, un Fernando VII, el predominio de la "Santa Inquisición" y un emperador como Teodosio a quien corresponde el "honor" de haber creado el delito de disidencia.

    Un clericalismo montaraz ejerció con irracional perfidia el ejercicio de su autoridad manejando a su antojo a reyes y príncipes como instrumentos dóciles para la supervivencia de la teocracia abso­lutista que impuso a sangre y fuego el sometimiento a sus dogmas y la eliminación física de los disidentes erradicando todo vestigio de libre­pensamiento. La conocida unión del Trono y el Altar.

    Seguramente para quien lea este trabajo el relato de la Leyenda Negra se innecesario, pero para mejor comprender la razón que impidió el renacimiento de la Masonería durante el largo periodo de medio siglo de secuestro de la democracia en España, resulta indispensable.

    A principios de nuestro siglo la intelectualidad española mani­festó con alarmante éxito su incorporación a los ideales de emancipa­ción. Ginés de los Ríos con su doctrina de la libre enseñanza libre inició el camino que amenazaba con arrebatar al clericalismo su monopolio en el ejercicio pedagógico. Apareció como saludable freno al histórico os­curantismo el temido fantasma del laicismo. Por aquellos tiempos un modesto obrero tipógrafo, Pablo Iglesias, surgió como fundador y líder de la rebeldía de las clases proletarias y bien pronto, sobre todo en Cataluña, surgía el predominio de la concepción filosófica proudhoniana que con mayor radicalismo exigía libertad y justicia social.

    La brutal respuesta no se hizo esperar, en el año 1909 el trsitemente célebre gobernador de Barcelona, Severiano Martínez Anido, ordenó el fusilamiento en los fosos del Castillo de Montjuích de nues­tro ilustre hermano Francisco Ferrer y Guardia, fundador de la Escuela Moder­na.

    Nunca como en esa época se sintieron tan amenazados los cau­dillos de la teocracia cuya reacción fue la elaboración de un turbio contubernio entre intereses bastardos con el propósito de poner coto al amenazador avance del laicismo y al renacimiento del librepensa­miento. Y en ese dramático momento con mayor radicalismo qúe en pa­sadas oportunidades la reacción de los enemigos de las corrientes libertadoras fraguó la conspiración que habría de terminar de una vez para siempre el resurgimiento de la España liberal, europeizada.

    El proyecto culminó con el genocidio del año 1936 cuidadosamente preparado por la teocracia que eligió como instrumento idóneo al fanático general Francisco Franco, a quien proclamó hijo predilecto de la Iglesia, para que acometiera en nombre de Cristo el holocausto que cortara de raíz los brotes de rebeldía de los adalides de la Liber­tad.

    Y Franco cumplió tan fielmente su cometido que fusiló, torturó y asesinó en las cárceles españolas no solo a los masones si no a todos aquellos que defendían la libertad de conciencia y la incorporación de España al concierto de las naciones civilizadas.

    Los que supervivieron fueron desapareciendo. Finalizaron su existencia en las cárceles, o en el exilio, y cuando el manto de la Virgen del Pilar, Capitana General de la Cruzada, cubrió los restos mortales del hijo predilecto de la iglesia católica española, el Caudillo, España quedo huérfana de los pensadores de la vieja guardia. Pero a pesar del sanguinario rigor represivo fue surgiendo en sindicatos y universidades el relevo generacional cumpliendo la inexorable ley según la cual las ideas no mueren, se siembran.

    Así la España post-franquista, partiendo del confuso pacto de transición comenzó a edificar la nación utópica tantas veces soñada por los idealistas... Y fue entonces cuando aprovechando el río revuelto España tuvo que pagar un elevado precio a la ganancia de los pescado­res.

    Granujas, pícaros y bribones de la peor calaña. Aventureros sin escrúpulos, mediocres sin profesión y ambiciosos, impacientes por ostentar blasones mal habidos pensaron que el momento era propicio para hacer mercado con el prestigio de la gloriosa historia de la Maso­nería española y comenzaron a surgir por doquier supuestos Grandes Maestros y encopetados Soberanos Grandes Comendadores venidos algunos de ellos de lejanas tierras donde adquirieron a elevado precio falsas credenciales, con las cuales sorprendieron la buena fe de quie­nes sentían vocación masónica

    Desorientados por la lectura de confusos textos de esporádicas publicaciones, sin información y sin contacto con la tradición masóni­ca, centenares de admiradores de la masonería fueron victimas propi­ciatorias del fraude iniciático. Bien pronto surgieron media docena de Grandes Logias y otros tantos Supremos Consejos del grado 33 impro­visando "nuevos masones", sin templos, sin rituales sin el menor cono­cimiento de nuestras ceremonias litúrgicas. Con frecuencia bastó con una alegre sobremesa en un restaurante público para formalizar el otorgamiento de la condición masónica. Venerables Maestros y altas dignidades fueron designados por los "nuevos jefes de la masonería española".

    La decepción creció bien pronto en el ánimo de los defraudados quienes se alejaron de los impostores convirtiéndose en algunos casos inconscientemente en propagadores del desprestigio que tanto perju­dicó a nuestra Augusta Orden.

    Pero aparte de esa turba de pillos y malandrines surgió en el ámbito internacional una conspiración para evitar a toda costa el rena­cimiento de la auténtica masoneria española, El clericalismo español es contumaz en su obsesión antimasónica, Unidos por un monstruoso pacto del diablo, potencias de confesión doctrinal divergente como la Gran Logia de Londres y el Opus Dei, coincidieron en el maquiavélico proyecto de crear en España una Masonería elitista, aristocrática, dócil, mansa y confesional.  Alejada del pretendido ateísmo y cuya afini­dad con los principios "ímpíos" de la Revolución Francesa cuya trilogía de Libertad, Igualdad y Fraternidad les quitaba el sueño

    La autodenominada Gran Logia Madre de Londres, ignorando el respeto que la fraternidad nos impone, cometió la osadía de afirmar que en España no existió jamas masonería "regular". Y lo hizo con el premeditado propósito de justificar la invasión del territorio de la jurisdicción masónica del Grande Oriente Español.

Ramsés (Nombre Simbólico) Maestro Masón

durmientes@gmail.com

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